Acaba de presentar Podemos su programa para las elecciones autonómicas del 24 de mayo. Y como era de esperar, los restantes partidos han opinado. Habitual y previsible. Cuando otro partido presente su programa, todos los demás volverán a opinar. Y está bien que así sea.
Uno de los opinadores, Alberto Garzón, ha afirmado que Podemos, al presentar su programa ha utilizado una “una estrategia de calculada ambigüedad ideológica que supone tratar a los ciudadanos como en una minoría de edad kantiana”.
Quizás no sea Podemos el primer grupo que, en opinión de algunos, como Garzón, trata a los ciudadanos como menores de edad. La cultura del tuit de 140 caracteres, de la frase corta y contundente, vacía o ambigua, pero eficaz para la cuenta de resultados, nos está matando como especie pensante.
Te lo mereces, y lo sabes, dice el eslogan de una de las últimas campañas de El Corte Inglés. ¿Y cómo sabe El Corte Inglés que me lo merezco? No tienen ni puñetera idea. Conmigo no les funciona. Pero supongo que sus expertos en publicidad habrán detectado que si atraen a un grupo suficiente de la potencial clientela, si, si funciona.
El mecanismo de pensar por nosotros y después tratar de convencernos de que lo hemos pensado nosotros, no es nuevo. Las técnicas de persuasión funcionan. Sobre todo cuando hay tanta gente dispuesta a ser persuadida.
A estas alturas, no hay duda. El poder está instalado cómodamente en las pocas, o nulas, intenciones de pensar de muchos, y de muchas…
Recordemos el texto de Kant al que aludía Garzón. Procede de la obra “Respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración?”. Dice Kant: “La ilustración es la salida del hombre de su condición de menor de edad de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no radica en una falta de entendimiento, sino de la decisión y el valor para servirse de él con independencia, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! (Ten valor de servirte de tu propio entendimiento) es pues la divisa de la ilustración”.
“La pereza y la cobardía son las causas de que la mayoría de los hombres, después que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter majorennes), permanecen con gusto como menores de edad a lo largo de su vida, por lo cual le es muy fácil a otros el erigirse en tutores”.
“¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia, un médico que dictamina acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré esforzarme. Si sólo puedo pagar, no tengo necesidad de pensar: otro asumirá por mi tan fastidiosa tarea”. Fin de la cita (Mariano dixit).
Es cómodo que piensen por nosotros. Pensar, ¡qué pereza!
El poder se viene aprovechando históricamente de la debilidad humana, que nos conduce a la comodidad, aunque sea a costa de nuestros propios intereses.
Ya lo dijo Sieyès, hace más de dos siglos, en beneficio de los liberales. “La gran mayoría de los ciudadanos carecen de preparación para ocuparse de las leyes que deben gobernar a Francia”.
Y su discípulo Benjamín Constant define la que llama “libertad de los modernos”, en contraposición a la “libertad de los antiguos” (Grecia). Demagógicamente, Constant defiende el derecho de los individuos a ocuparse de sus asuntos individuales y el derecho a no ser “interrumpido” en esa gestión de intereses individuales por tener que dedicarse a obligaciones públicas. Se justifica así la general inhibición de la ciudadanía en relación con los asuntos públicos. Se utiliza una supuesta defensa de derechos individuales para alejar a la mayoría del interés por la gestión pública. En esas estamos hoy de nuevo.
Están decidiendo por nosotros, mientras nos intentan convencer de que las decisiones las tomamos nosotros mismos. Es la dimisión de la política ante los mercados.
Conviene releer el ensayo de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet “El control de los medios de comunicación” (“Como nos venden la moto”), Icaria, 1995.